La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 24 de marzo de 2017

Querer creer


Se ha hablado mucho esta semana de lo que pasó el lunes en el programa de Risto Mejide, cuando Mercedes Milá rebatió las explicaciones de un doctor en bioquímica con el argumento «tienes que adelgazar porque estás gordo». Siempre es de agradecer el hecho de que una impresentable se inmole delante de millones de espectadores, pues así uno se ahorra la molestia de criticar y censurar, que siempre son actividades desagradables. Lo que importa aquí, en realidad, no es la conducta incalificable de esa señora. Mucho más preocupante es que, al defender la pseudociencia y la charlatanería (representadas, en este caso, por el libro La enzima prodigiosa, obra de cabecera de la Milá) no hace sino poner de manifiesto una tendencia que se ha convertido en avalancha en los últimos tiempos. No hay ni un solo científico serio que no se haya cansado de afirmar que las afirmaciones y recomendaciones de ese libro son meras patrañas, y que su inexistente fundamentación científica la podría refutar cualquier alumno medianamente aplicado de tercero de la ESO. El problema es que a millones de personas la ciencia y el sentido común se la trae al pairo. Ellos quieren creer que existe el bálsamo de Fierabrás, que si no beben leche y se abstienen de comer pollo evitarán el cáncer de colon y vivirán muchos más años. Que si cambian de sitio los muebles de su casa se sentirán más sanos y felices. Que el reiki funciona mejor que la penicilina. Que el remedio homeopático que acaban de comprar a precio de oro les curará el cáncer. La gente, en definitiva, quiere creer porque necesita esperanza y la religión ya no les sirve. Pero ahí están los sinvergüenzas dispuestos a tomar el relevo y sacar provecho de los bobos, que siempre fueron legión. Y a esos gurús nunca les faltan acólitos y voceros, como la señora (otrora periodista) Mercedes Milá.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 10/3/2017

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