La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 4 de marzo de 2016

Leonardo y el oso


Leonardo DiCaprio se compra una escopeta y se va al bosque a cazar osos. Cuando lleva un buen rato deambulando entre los árboles con el arma en ristre, nota unos golpecitos en el hombro. Al darse la vuelta se encuentra con un enorme oso grizzly que lo mira con ojos tiernos, y a continuación lo viola salvajemente (recordemos que se trata de un oso). Dolido física y moralmente, Leonardo se compra un fusil de asalto AK-47 y vuelve al bosque para tomar venganza. Durante horas busca al oso en vano, hasta que de repente le dan unos golpecitos en el hombro y, al girarse, se da de bruces con el oso, que lo empotra violentamente contra un pino y consuma de nuevo el ignominioso acto. Furioso y humillado, Leonardo DiCaprio contacta con un traficante de armas que le suministra un bazuka anticarro con el que se adentra de nuevo en la espesura en busca del oso. Pero el plantígrado no solamente vuelve a sorprenderlo y abusar de él, sino que llama a un amigo para que se ponga también las botas a costa del pobre Leonardo. Al oscarizado actor ya no le interesan los galardones ni los guiones escritos especialmente para él ni las llamadas de Scorsese. Lo único que quiere es hacer pedazos ese condenado oso que se sirve de él como un juguete erótico. Así pues, contacta de nuevo con el traficante y esta vez le compra un cañón antiaéreo de 40 mm. Empujando como puede el pesado armatoste, se interna una vez más en el bosque. De pronto (cómo no) nota unos golpecitos en el hombro. «¡Hombre, Leonardo! —le dice el oso muy risueño—. ¡Tú por aquí!» DiCaprio se ha quedado mudo por la sorpresa, y entonces el oso añade: «Por cierto, me parece que tú no vienes al bosque para cazar».

Publicado en La Tribuna de Albacete el 4/3/2016

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