La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 30 de agosto de 2015

Pequeñas muertes



Existe ya todo un panteón de animales que han muerto de forma injusta: el elefante abatido por el rey emérito, el león Cecil… Si me apuran, hasta la madre de Bambi. Sin duda, son muertes tan célebres como trágicas. ¿Pero qué hay de todas esas muertes anónimas con las que nos topamos en cualquier desplazamiento por carretera? Pequeños dramas en forma de cuerpo ensangrentado y aplastado sobre el arcén. Por mi parte, tras llevar un año y medio conviviendo con Frankie, mi bichón maltés, solo puedo decir que jamás había conocido un amor tan incondicional y una lealtad tan conmovedora. Quienes se encargan de estudiar el comportamiento de los animales aseguran que el amor que nos profesan las mascotas no es un sentimiento real, sino que responde a pautas de conducta adquiridas tras milenios de evolución. Nosotros les damos comida y les proporcionamos un sitio guarnecido para dormir. Ellos, por su parte, nos recompensan alimentando nuestro lado más tierno, de forma similar a como lo haría un bebé humano. Las endorfinas fluyen y el vínculo se cierra. Puede que el amor que nos dan las mascotas no sea más que un simulacro alimentado por motivos puramente egoístas. Pero ¿cuál es la diferencia entre esto y lo que entendemos por amor en sentido estricto, salvo que el de las mascotas es más sencillo, más puro y, a menudo, también más duradero? Por ello, cada una de esas pequeñas muertes de las carreteras me duele tanto como la del león abatido por el dentista asesino. Quien mata a un león en la sabana no es menos despreciable que quien abandona a un perro en un arcén. La crueldad no depende de la especie con la que se ejerza.

Aparecido en la Tribuna de Albacete el 7/8/2015

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