La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

miércoles, 10 de junio de 2015

Chivos expiatorios



En un instituto de Madrid se ha suicidado una chica que era víctima de acoso escolar. En estos casos el dolor y la indignación son comprensibles. No me parece explicable, sin embargo, el ansia de ciertos medios de comunicación por ofrecer carnaza a los espectadores cualquiera que sea el suceso que se cubra, pero de modo muy especial si afecta al entorno escolar y participan en él las nuevas tecnologías. Hace unas semanas vimos cómo un grupo de profesores eran sometidos al linchamiento mediático por los comentarios que habían realizado en su grupo privado de Whatsapp. Al informar sobre el caso de esta niña madrileña, lo primero que los medios reflejan es la pasividad del equipo directivo y de la orientadora del centro, su ineptitud para atajar la situación, con la trágica consecuencia del suicidio de la menor. No han faltado, por supuesto, las declaraciones de los compañeros y de algunos padres: «¡Sí, claro que lo sabían! ¡Y no han hecho nada!» Y una vez encontrado el chivo expiatorio, a otra cosa. No conozco el instituto en cuestión, pero teniendo en cuenta que se encuentra en el cinturón obrero de Madrid y que alberga nada menos que a 1.200 alumnos, no me resulta difícil imaginar las condiciones en que allí se trabaja. Por otro lado, ya nos parece natural que a los chicos se les permita ir siempre pertrechados de su móvil, artefacto que en manos de los adolescentes se ha convertido en una especie de caja de Pandora, y que en el caso de ciertos torturadores profesionales puede ser la herramienta perfecta con la que practicar el acoso y la violencia. Nadie cuestiona la labor educativa de los padres que costean alegremente esos dispositivos y no saben cómo poner límites a sus hijos. Teniendo un grupo de profesores a mano para que carguen con el mochuelo, cualquier otra consideración está de más. 

Publicado en La Tribuna de Albacete el 29/5/2015

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