La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 3 de mayo de 2015

La ventana


El jueves de la semana pasada, Día del Libro, andaba yo por el Altozano cuando se acercó una chica para pedirme una firma. La reconocí enseguida como una de mis antiguas condiscípulas del instituto, extremo que ella me confirmó al tiempo que me recordaba que se llamaba Chelo (mi memoria retiene cada vez menos cosas, y aun estas las más inservibles). Pero lo que me puso delante no fue una de mis novelas, sino unas fotocopias cosidas con una grapa, de aspecto algo ajado y tono amarillento. Apenas pude dar crédito a mis ojos cuando reconocí aquel texto como el relato con el que me dieron el premio literario del instituto el año que hacía COU. Nada había de memorable en aquel cuento. Es más, yo diría que el hecho de haya permanecido extraviado durante más de tres décadas ha sido una suerte. Pero no es de literatura de lo que estoy hablando. «En mi baúl también ha aparecido esto», anunció Chelo poniéndome delante una vieja fotografía. Un muchacho con una chaqueta roja sobre los hombros tocaba la guitarra en el parque para sus compañeros de clase. Tenía 30 años menos que yo, y seguramente pesaba 30 kilos menos. Parecía un figurante de la serie Cuéntame cómo pasó. Pero sin duda yo fui ese chico. Lo que no puedo asegurar es que aún lo sea. Puede que la esencia de aquel muchacho se quedara enganchada en algún obstáculo del camino, junto con tantas cosas perdidas y nunca recuperadas. Pero no quiero abandonarme a mi vena filosófica (como mucho, a la de la nostalgia, que es pecado menor donde los haya). Lo cierto es que Consuelo Rodríguez, mi antigua compañera, abrió para mí una ventana por la que se coló todo aquel aire fragante de nuestros días de juventud. Muy ingrato sería si no le diera las gracias por ello.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 1/5/2015

No hay comentarios: