La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 22 de mayo de 2015

Con todo respeto


Con todo respeto, señora Cospedal, opino que usted no merece seguir siendo presidenta de esta región. Yo sé que en el fondo los que vivimos aquí, en estas cinco provincias dejadas de la mano de Dios, apenas importamos. Somos pocos, estamos dispersos y resultamos prescindibles en las cuentas que ustedes se hacen en Génova. Pero los males propios siempre duelen, aunque estadísticamente no cuenten demasiado. A mí, por ejemplo, me duele comprobar hasta qué punto las condiciones en los colegios e institutos se han deteriorado en los últimos cuatro años, mientras usted maquillaba el naufragio de la enseñanza pública con multilingüismos catetos y programas de calidad que no convencen ni al más idiota. Me duelen todos esos profesores en paro o despojados de sus plazas, y lamento la falta de respeto que muestra usted hacia los funcionarios de esta región. Me duele muchísimo que mi hijo, que padece una enfermedad crónica, tenga que recibir atención médica a través de la sanidad privada, porque la pública a usted no le interesa y además le parece cara. Me duele que una televisión autonómica que ya era mala se haya convertido en una auténtica vergüenza nacional, porque usted ha decidido utilizarla como herramienta de propaganda. Y su defensa (financiada con dinero de todos) de esas fiestas de crueldad y sangre que son las corridas de toros. Y su teja, y su mantilla, y sus apariciones públicas, que parecen sacadas de los archivos del NO-DO. Me duelen todos esos ataques a la gente de esta región que usted llama gobierno, y que justifica invocando los objetivos de déficit, cuando lo único que ha entrado en déficit son nuestras vidas bajo su mandato. Con todo respeto, no es usted digna, señora Cospedal. Le deseo lo mejor. Le deseo suerte en la vida y éxito en sus negocios, pero creo que a nosotros nos iría mucho mejor sin usted.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 22/5/2015

1 comentario:

Arturo Tendero dijo...

Eloy, lo suscribo de cabo a rabo. No puede ser más respetuoso y más cierto. Pero su verdad se multiplica en el fluir de la prosa bien engrasada.