La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

sábado, 26 de enero de 2013

Chwa-Chwa presidente



Llegó a mis manos el otro día un folleto cuyo tenor era el siguiente: «Maestro Chwa-Chwa. Vidente. Soluciona todos los problemas sentimentales. Une parejas, novios y separados. Detiene divorcios. Retira amantes. Atrae a la pareja sin causarle daño ni efectos secundarios. Potencia los sentimientos y el deseo del ser amado para que venga, sumiso, obediente y fiel. No importa con quién esté ni dónde se encuentre. Limpia las malas vibraciones y el mal de ojo. Potencia la sexualidad y cura la impotencia masculina». Vamos, que teniendo al maestro Chwa-Chwa, quién necesita consejeros matrimoniales, webs de contactos ni viagra.
Dicen que uno de los efectos más visibles de la crisis es el descenso del número de separaciones matrimoniales y divorcios. Entre gastos de abogados, tasas judiciales, pensiones y demás, lo de poner fin a un matrimonio se ha convertido en algo que solo está al alcance de los más acomodados. De ahí que muchas parejas malavenidas pero menesterosas decidan prolongar la convivencia, porque la alternativa es el naufragio económico más absoluto, y el fantasma de la ruina se nos figura más ominoso aún que el del desamor. Aunque eso era solamente antes de que el maestro Chwa-Chwa (vidente) llegara desde el Tibet o desde Perú para establecerse entre nosotros. Una simple consulta y no solo tendremos a nuestra díscola pareja de vuelta más mansa que un corderito, sino que habremos logrado neutralizar a los terceros en discordia, y de paso gozaremos de una potencia sexual digna de Nacho Vidal. Y todo ello sin efectos secundarios, oigan. Y aunque en el folleto del maestro Chwa-Chwa (vidente) no se informa sobre sus tarifas, estoy seguro de que estas siempre resultarán más asequibles que las minutas del abogado y del procurador sumadas, tasas de Gallardón aparte. Justicia para los ricos, brujería para los pobres.
Lo que me pregunto es si, además de recomponer parejas rotas y solucionar síndromes de disfunción eréctil, entenderá el maestro Chwa-Chwa de otros arreglos. Y ya puestos, ¿tendrá colegas igual de eficaces que él? Porque el catálogo de males que nos aquejan es tan extenso que a lo mejor, en lugar de ministros, lo que deberíamos tener es un gabinete de santeros, magos y videntes. ¿Se imaginan? Unos tipos con turbante ataviados a lo Rappel que se reunirían cada viernes en La Moncloa para echar las cartas, escudriñar sus bolas de cristal, invocar a los espíritus y degollar pollos. Pero su función no sería dilucidar si nuestra churri está por nosotros o nos pone los cuernos, sino encontrar fórmulas para solucionar el déficit, el paro y la recesión. Puede que no fuera la mejor forma de inspirar confianza en los inversores extranjeros, pero con que se las arreglaran para limpiar las malas vibraciones ya se habrían ganado el sueldo. Porque si algo sobra en este país son malas vibraciones. Y también politicastros y sinvergüenzas. Pero sobre todo malas vibraciones. Y si luego los miembros de este pintoresco gabinete pretendiesen cobrar en negro, tampoco habría mucha diferencia con los de ahora, ¿verdad?
 Y antes de terminar, aclaro que el nombre del maestro Chwa-Chwa es de mi cosecha (aunque no se diferencia mucho del real), y que me ha parecido conveniente camuflarlo no vaya a ser que el maestro se dé por aludido y decida presentarse a las elecciones. No quiero ser responsable del ascenso político de un mamarracho con túnica, collares y tatuajes tribales. Aunque, en realidad, ¿qué importa? El ministro de finanzas nipón afirma que la única manera de arreglar la seguridad social es que los viejos se den prisa en morirse. En Italia tienen a Berlusconi, con sus trasplantes de pelo y sus orgías. En Cataluña está Artur Mas, ese gran estadista. Y por aquí tenemos a Wert y de Guindos, que tampoco son mancos. No es que pongan el listón muy alto los políticos profesionales. Así que…
¡Tiembla, Rajoy! ¡Chwa-Chwa presidente!

1 comentario:

A. Pareja dijo...

No sé cuál será el nombre real del pavo, pero segúramente quería llamarse cho-cho que es "mariposa" en japonés y le ha parecido mejor cambiarlo un poco.