La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 9 de diciembre de 2012

Adiós al parador



La semana pasada supimos que cierran el parador de Albacete. La noticia me produjo cierta tristeza, en parte por los casi cincuenta trabajadores del establecimiento que van al paro, pero también por motivos más íntimos, como la nostalgia, la añoranza de la infancia y otras sensiblerías que aquejan a los casi cincuentones, entre los que me hallo. Recuerdo que de niño, a veces, íbamos en el seiscientos de mi padre a tomar un aperitivo en el parador, y que aquello era como ingresar en otro mundo. La mayoría de los habitantes de aquel Albacete de los años setenta no estábamos acostumbrados a los verdes prados, a las pistas de tenis, a la piscina de aguas transparentes y azuladas, a los lujosos salones, los ventanales, los pasillos de suelos relucientes... Era como asomarse a un mundo de lujo y opulencia durante un rato. Ahora son muchos más los que gozan de pistas de tenis y piscinas privadas, por no hablar de verdes extensiones de césped. Pero creo que la imagen del parador y de sus muros encalados, que tan lujosa e idílica se nos antojaba, persiste como si hubiera quedado grabada de forma indeleble en nuestras retinas infantiles.
Y ahora nos cierran el parador porque dicen que no es viable económicamente. Y es como si arrojaran de allí al niño que fuimos, casi como si nos echaran de nuestra propia casa. Trato de consolarme pensando que el establecimiento en sí nunca supuso mucho para la ciudad, quizás porque se edificó en un sitio inapropiado. Habría sido  más sensato situarlo en el castillo de Chinchilla, lo que de paso habría significado la reconstrucción y rehabilitación del histórico edificio. Puestos a levantarlo desde cero, más valdría haberlo hecho en el casco urbano de Albacete, y no en aquel paraje apartado y desolado. Pero don Manuel Fraga, como buen fascistón que era, lo decidió así con un puñetazo en la mesa. La realidad es que nunca ha atraído a muchos visitantes ni ha supuesto un aporte económico de importancia para la ciudad. Y ahora nos dicen que mantenerlo abierto resulta imposible, pues las arcas públicas están vacías por culpa de la mala gestión de los gobiernos anteriores. Antes está el objetivo de déficit, los intereses de la deuda y demás. En fin, que los paradores nacionales no son una prioridad, y menos el nuestro, tan humilde, tan poco relevante en lo arquitectónico, tan deficitario.
Tal y como la explican los señores que blanden la tijera, la cosa suena razonable. Sin embargo, se me antoja que la noticia posee también sus tintes siniestros. Basta con salir a dar una vuelta por Albacete y mirar alrededor para darse cuenta de que por estos andurriales abundan las cosas superfluas y deficitarias. Está el equipo de fútbol local, que ya no parece interesar a nadie. Y también la nueva estación, con la mayoría de sus locales comerciales cerrados o nunca alquilados, y sus AVES fantasmagóricos que viajan a Madrid casi vacíos. Ya puestos, ¿qué hay más deficitario que un colegio o un instituto? ¿Por qué no cerrar la mitad de ellos y concentrar a los alumnos en los restantes, donde un número mucho menor de profesores bastaría para tenerlos a todos atendidos? ¿Y qué me dicen de los hospitales? ¿Es que acaso un país como este, tan venido a menos por culpa de la crisis y del despilfarro, puede permitirse derroches tales como una sanidad pública de calidad y para todos? Caramba, ya puestos ¿por qué no erradicar toda la España de provincias y concentrar a la población en las grandes ciudades? Piensen en la cantidad de millones de euros que se ahorrarían para cubrir el objetivo de déficit y pagar los intereses de la deuda.
Pero mejor será no dar ideas al gobernante, que ya se las arregla él solo, y volver a nuestro punto de partida: Albacete se queda sin su parador y esa es una mala noticia, se mire como se mire. Quizás resulte difícil de entender para quienes no sean de aquí, pero para nosotros el parador es mucho más que un hotel. Es una postal en technicolor que conservamos desde la infancia. De hecho, es casi un sueño, un sueño más que ha quedado abolido por la realidad y por la crisis y por los tiempos siniestros que nos afligen. En fin.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 10/12/2012

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